Artículo de Antonio Ramírez
Hacia 1970, el mensaje anti-violencia y hedonista de los
hippies ya había perdido mucha fuerza y empezaba a ser considerado cosa de
ingenuos y trasnochados. No es de extrañar que muchos de los artistas y músicos
que durante los 60 habían servido como estandarte de ese movimiento reflejaran
a su vez un cambio drástico. Su público y ellos mismos habían sido objeto de
una paulatina absorción por los intereses económicos que los había convertido
en productos comerciales sujetos a la moda, restando validez de las
aspiraciones sociales y políticas del movimiento hippie. Por otro lado, el
ambiente de paranoia debido a la creciente represión política y policial, más
las consecuencias de tantos excesos cometidos, especialmente con las drogas,
comenzaban a pasar una elevada factura en todos ellos.
Así ocurrió con Jefferson Airplane, una de las
principales bandas californianas que simbolizaron el Verano del Amor. En 1969
el grupo se encontraba al borde de la ruptura tras editar Volunteers, su disco
más politizado hasta la fecha. Habían alcanzado un gran éxito con su mítica
actuación en Woodstock, pero apenas unos meses después sufren un incidente en
el festival de Altamont, donde en pleno concierto Martin Balin, vocalista, es atacado
por unos ángeles del infierno que hacían de peculiar fuerza de seguridad, todo
esto poco antes de que uno de ellos asesinara a un espectador durante la
actuación de Rolling Stones. Debido a este suceso y a la mala relación con sus
compañeros Spencer Dryden decide dejar su puesto a la batería, marcando así el
inicio del fin de la formación más clásica de la banda.
En 1970 la actividad del grupo es casi nula, solo
componen dos temas nuevos para un recopilatorio y entran en un proceso de
disolución que desemboca en el abandono a comienzos del siguiente año de Balin,
sobretodo debido una fuerte rivalidad por el liderazgo del grupo. Por su parte,
Jorma Kaukonen y Jack Casady, guitarra y bajista respectivamente, se marchan a
Europa para hacer una larga gira con Hot Tuna, su proyecto paralelo, al que
cada vez dedican más tiempo y energía. De esta manera solo quedaban Paul
Kantner y Grace Slick, los cuales habían iniciado una relación sentimental que
tendría como fruto el nacimiento de su hija, China, en enero de 1971. Ambos se
mantendrían como el núcleo permanente de Jefferson Airplane, aunque el grupo
como tal quedaría en suspenso hasta 1972 cuando sacan un nuevo disco con
algunas nuevas incorporaciones en la formación.
Mientras la banda sufría este parón Kantner decide
entonces coger unas demos que había grabado con Grace Slick tras la edición del
Volunteers. Eran ideas para el siguiente LP de los Jefferson, pero dada la
situación del grupo optó por usarlas como base para un nuevo proyecto: montar
con varias bandas californianas una gran obra conceptual en torno a la
ciencia-ficción y plasmarlo en un escenario por todo lo alto, algo así como un
gran circo multimedia de luz y sonido, aunque al final simplemente se conformó
con grabar un disco echando mano de una gran cantidad de amigos provenientes de
otras bandas.
Kantner siempre había sido un gran aficionado a la
literatura de ciencia-ficción. Educado en una escuela militar católica, tuvo
acceso de pequeño a los libros de C.S. Lewis, especialmente a su Trilogía
Cósmica, una obra donde los viajes espaciales son una mera excusa para hacer
proselitismo de la teología cristiana. Después de eso siguió leyendo a otros
autores clásicos, manteniendo y creciendo su afición durante años.
Kantner ya tuvo ocasión de reflejar su obsesión por la
ciencia-ficción en algunos temas de los Jefferson, como es el caso de la
post-apocalíptica “Wooden Ships”, coescrita con Stephen Stills y David Crosby.
También para el tema “Crown of Creation” había tomado como base un texto del
escritor John Wyndham, autor de la mítica novela catastrofista El día de los
Trífidos.
Pero en este nuevo disco deseaba dar un paso más y hacer
algo más ambicioso, para ello quería adaptar algunas de las ideas del escritor
Robert A. Heinlein, muy de moda en esa época a causa de su novela Forastero en
Tierra Extraña, donde se trata de forma abierta temas tan en boga a finales de
los 60 como es la expansión de la consciencia o el amor libre. Se puso en
contacto con el popular escritor para pedirle permiso y al parecer Heinlein
accedió de buena gana con el argumento de que si bien mucha gente estaba usando
sus ideas él era el primero que le había pedido permiso.
El disco se llamaría Blows Against the Empire e iría
firmado por Paul Kantner / Jefferson Starship. Conceptualmente se divide en dos
partes, una primera cara con temas en una onda más cercana a lo que ya habían
hecho los Jefferson Airplane, con la típica temática hippie de amor en los
parques y de rebelión ante el gobierno conservador de Richard Nixon. Esta cara
sirve de preparación para una segunda cara formada por la suite dividida en 6
cortes que da título al disco, con una temática utopista donde se nos narra la
huida de un montón de hippies a bordo de una nave espacial robada al gobierno
en busca de un planeta donde fundar una nueva sociedad. Es evidente que esta
historia refleja una marcada huida de lo real, la primera aun mantiene un
cierto apego a la realidad, con los tópicos hippies sobre la paz y el amor
libre frente un presente que incluía Vietnam, una represión brutal en todo el
país con asesinatos como los ocurridos en la universidad de Kent, secuestros,
falsificación de pruebas por parte de la policía, espionaje o la vinculación
del gobierno en todo tipo desmanes políticos y militares a lo largo de todo el
planeta. Por su parte, la segunda cara refleja de una forma más clara un agudo
escapismo por medio de la fantasía. De hecho, la obsesión de Kantner por la
ciencia-ficción estaba llegando a unas cotas muy preocupantes. He aquí unas
declaraciones del libro de Jesús Ordovás, El rock ácido de California, gracias
a ellas podemos comprender hasta que punto se le estaba yendo la cabeza por esa
época: “(...) hay que buscar la forma de salir del planeta. Hay millones de
sistemas planetarios distintos, sería interesante llegar a ellos. Owsley podría
construir esa gran máquina. Lo hizo con el ácido y lo está haciendo con el
equipo de sonido de los Grateful Dead”. Hay que aclarar que el tal Owsley era
un tipo muy popular en la comunidad hippie, pues había logrado producir
inmensas dosis de LSD para distribuirlas gratuitamente.
Aun así, pese a todas las críticas que pudiéramos hacerle
a la ingenuidad que animan las letras de este disco, es imposible no admitir
que tienen un encanto muy especial, toda esa utopía adornada de ciencia-ficción
kitch y la romántica negación de una realidad aplastante tiene algo que produce
mucha melancolía, como si fuera el reflejo de un amago de revolución que nunca
llegó a ocurrir.
Para sorpresa de muchos el disco fue nominado a los
premios Hugo de ciencia-ficción de 1971, uno de los más importantes de los que
se conceden dentro de este género, y aunque no llegó a ganar el premio queda el
honor de haber sido el único disco de rock de la historia en competir por este
premio.
Dejando a un lado la temática del disco y centrándonos en
lo musical, podemos decir sin temor a exagerar que estamos ante una de las
cimas del denominado “west-coast rock”. Se trata de un verdadero tour de force,
altamente refinado y con infinidad de matices que solo se aprecian tras
numerosas escuchas, así como una muestra de esa espontaneidad hippie que muchos
de los grupos de la zona querían encarnar.
Por lo demás, no estamos ante un disco excesivamente
rockero, salvo por algunos momentos muy potentes la mayor parte del disco se
basa en guitarras acústicas, piano, percusiones suaves y sutiles punteos de
guitarra eléctrica, más algunos efectos de estudio entre canción y canción, y
por supuesto las maravillosas voces conjuntas de Kantner y Slick, siempre
apoyados por los coros de algunos buenos amigos, como David Freiberg o Graham
Nash. La grabación tuvo lugar en los famosos estudios de Wally Heider en San
Francisco, un lugar óptimo pues era muy conocido por los músicos de la zona.
Dado que todos los que participaron eran amigos fue posible transmitir una
atmósfera de espontaneidad e improvisación propia de una larga jam sesion.
Como decíamos es un disco conceptual, pues además de la
temática todos los cortes están prácticamente fundidos entre si mediante
efectos de sonidos que pretenden simular el ruido de motores de naves
espaciales y cosas por el estilo. Al parecer, algunos de esos efectos fueron
extraídos de viejas películas de ciencia-ficción. El resultado es un disco que
parece una sola y larga canción y que como tal merece ser escuchado de un tirón
para ser disfrutado de veras.
El LP se abre con “Mau Mau (Amerikon)”, sin duda el corte
más electrificado y potente del disco, el cual va subiendo de intensidad hasta
un final de infarto. Se trata de un tema sin bajo, esta función la cumple la
guitarra rítmica de Paul Kantner afinada de forma muy grave, los punteos son
cosa de Peter Kaukonen, hermano de Jorma (guitarrista de los Jefferson). La
batería corre a cargo de Joey Convington, el cual se mantendría como nuevo disco
para Jefferson Airplane. Las voces de Kantner y Slick suenan maravillosamente
conjuntadas.
El segundo tema, el delicioso y muy breve “The Baby
Tree”, es obra de la cantante folk Rosalie Sorrels, el cual es interpretado por
Kantner cantando y acompañado solo por su banjo.
El banjo reaparece en el siguiente tema, “Let's Go
Together”, esta vez ejecutado por Jerry Garcia de los Grateful Dead,
combinándose con la guitarra acústica y bajo de Kantner. Slick, además de
aportar su gran voz toca el piano. A la bateria otro miembro de los Dead, Bill
Kreutzmann. El resultado es un himno con un regusto prototípicamente
californiano por su sonido alegre y florido.
“A Child is coming” es el cuarto tema. Mucho se ha
hablado de que este tema es reflejo del embarazo de Grace Slick, pero al
parecer fue escrito antes de este hecho. En un principio sigue la misma linea
del anterior, en una linea muy acústica, aunque esta vez no hay percusión
alguna, la función de base rítmica la cumple el magistral bajo de Jack Casady
el cual había vuelto de su gira con Hot Tuna justo a tiempo para poder
participar en las sesiones de este tema. En las voces colabora David Crosby,
formándo un trio espectacular junto a Kantner y Slick. También colabora con
unos toques suaves de guitarra.
“Sunrise” inicia la suite de Blows against the Empire, es
un breve y bonito tema con Grace Slick cantando en solitario y que se une al
siguiente corte: “Hijack”, un corte acústico donde ante todo destaca el
maravilloso piano de Grace Slick combinado con la guitarra ácustica y algunos
toques de eléctrica distorsionada de Kantner, creando así una atmósfera muy
intensa y dramática. Como base rítmica las congas de Joey Covington y Graham
Hash.
“Home” es un breve interludio de efectos obra de Paul
Kantner, Phil Sawyer, Jerry Garcia y Mickey Hart. Son unos efectos bastante
kitch, pero en realidad quedan perfectos para la atmósfera espacial del disco.
“Have You Seen the Stars Tonite” continúa la onda del
anterior tema, casi es una continuación del mismo, pero aquí las percusiones
son de Mickey Hart, David Crosby colabora a los coros y acústica. Jerry García
toca la guitarra de pedal de acero, la cual estaba empezando a probar por esa
época.
“XM” es un nuevo interludio de efectos que sirve de
introducción a “Starship”, último tema de la suite y que en mi opinión es lo
mejor del disco, pues de alguna manera resume y reúne todos los elementos del
disco con toda su intensidad emocional. Ante todo destaca la colaboración de
Jerry Garcia, con una magnífica guitarra eléctrica que logra resaltar sin dejar
de ser sutil y sin romper con el carácter acústico del tema. También sobresale
el bajo del veterano Harvey Brooks, el cual hace un trabajo increíble. Pero
nuevamente, por encima de todos ellos, están las voces de Kantner y Slick, y un
piano que suena realmente mágico y que los envuelve.
Es este un disco que sin ser psicodelia si que mantiene
la atmósfera evocadora de muchos de los mejores discos de este estilo, pero en
realidad no es sino una muestra de un folk rock altamente evolucionado que
ofrece lo mejor de un trabajo donde se nota la alta afinidad entre los músicos,
amigos todos ellos, algo que se transmite al oyente de forma instantánea. Por
ello podemos verlo como una de las últimas muestras que encarnan el espíritu
del movimiento hippie de una forma tan natural. Después vendrían más discos,
como Sunfighter, la siguiente colaboración de Kantner y Slick al margen de los
Jefferson, pero ninguno volvería a reflejar este sonido en estado bruto, esa
magia de unos músicos que se pensaban la vanguardia de un cambio radical que
estaba ocurriendo en su sociedad. Aunque como sabemos eso nunca llegó a
ocurrir...
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